Entrevistar a Elena Santonja es un
gustazo. Nos faltaban los fogones en esta tarde mientras charlábamos
“revisitando los 80″. Mantiene una magnífica memoria donde conserva toda la
historia de “Con las manos en la masa” y lo que rodeó a aquel mítico espacio
televisivo, y eso que sólo guarda 8 programas en vídeo de los 285 que presentó.
Pese a sus continuas peticiones a TVE para comprar sus propios espacios siempre
ha recibido la misma negativa, “las máquinas están ocupadas”.
Sus comienzos en el medio fueron con un
programa llamado “Entre todas”, en el que colaboraba Mayte (la dueña del famoso
restaurante Mayte Commodore, posteriormente) y en el infantil “Erase una vez”,
en tiempos del Paseo de la Habana. En aquella época comenzó a ser activa
feminista, como su amiga Rosa Zumárraga, a quien recomendó para concursar en “Un
millón para el mejor” en lugar de hacerlo ella.
Quisieron ficharla como actriz y modelo
nada más ver su estilo en una fotografía. Ya hizo un primer papelito en “El
verdugo” de Berlanga, con quien repetiría cameo para su “Moros y cristianos” más
de 20 años después. Junto a su marido, el genial Jaime de Armiñán (que se
conserva igual de lúcido que en sus años mozos), llegó a compartir un par de
entregas de los Oscar en los años 70. El año en que era nominada “Mi querida
señorita”, la célebre Mae West invitaba a la delegación española a un cocktail,
donde Elena le chapurreaba a la actriz cuánto le admiraba.
Después de tres décadas alejada del medio,
regresó a la televisión en 1984 con el espacio gastronómico “Con las manos en la
masa”. Fue gracias a Ramón Gómez Redondo, jefe de programas de la Segunda
Cadena, a quien sigue venerando. El plató reproducía la cocina de su casa,
aunque fue variando con el tiempo. Siempre se grabó en Prado del Rey, a
excepción de los primeros, que se hicieron desde una sala de la Casa Campo de
Madrid. Lo que más se recuerda es su sintonía, de “Vainica doble” (una de ellas,
Carmen, era hermana de Elena), con voz de Joaquín Sabina. Ya en el verano del
83, mientras se cocinaban los preparativos, Elena declaraba a La Vanguardia que
la música “podría haber sido la cocinita mágica pero prefiero que hagan una
especial”.
Al principio recibió muchos palos por
parte de la crítica. Alguno demostró su humildad cuando le pidió perdón, más
adelante, en persona. No recibió más que un premio, piensa que se debe a que
“como no era un dramático…”. Por el programa pasó todo el mundo de la sociedad y
la cultura de los años 80, desde los expertos y especialistas en dietética y
gastronomía a famosos como Antonio Ferrandis o Miguel Bosé. Recuerda con
especial cariño a la escritora vallisoletana Rosa Chacel, a Rafaela Aparicio,
Emilio Laguna, Massiel, Martirio o María Luisa Ponte.
Con quien se divirtió soberanamente fue
con Almodóvar o con Amparo Baró, que no pararon de cantar. De hecho, me cuenta
Elena que su sueño “siempre ha sido el de ser una cantante de orquesta, y
negra”. A Amparo la conocía desde la juventud, por eso compartieron juntas
aquellas “recetas de Elena” en la primigenia televisión matinal (después con
Chus Lampreave) y siguen profesándose mútua admiración. Todos pasaron por el
programa, desde Fernán Gómez a Miliki aunque se quedó en el tintero Lola Flores
(y Lolita). Por culpa de la agenda apretada de la Faraona, no pudieron realizar
el plató que habían planeado, “pescao al amarillo” (al azafrán).
De mis tierras castellanas lo que más le
gusta son unas sopas de ajo calentitas para el invierno. Precisamente en Pedraza
(Segovia) tenía una casa en la que compartía vivencias con sus amigos, como Ana
Belén y Víctor Manuel, y que un mal día se quemó. Lo que más le gustaba preparar
en “Con las manos” era el pescado y no fue habitual hacer postres, “porque se
necesita un control exacto de cantidades”. Simone Ortega, autora de las “1080
recetas de cocina”, se equivocó de tarro, echando sal en vez de azúcar a una
tarta y fue el equipo quien lo descubrió al probar bocado…
En otra ocasión, preparó junto a Sara
Montiel, las famosas gachas. Aunque la harina que utilizaron no se recomendaba
usar en aquella época y recibieron alguna crítica. Fue muy importante el
lenguaje, que era el que había conocido en su casa, “majar”, “que no se
arrebate”… y una imagen inolvidable, la del aparato con el que echaba la
pimienta. Aún compra Elena ese modelo en una ferretería cercana de su casa.
Nunca se quemó ningún plato pese a las numerosas horas empleadas en la
grabación, hasta 6 horas, normalmente por la mañana. Producción solía ser
ahorrativa con el género, llevándole una merluza “pequeñita”, que en alguna
ocasión llegó a tirar como señal de molestia.
Solían grabar con 4 programas de
antelación por si acaso se ponía mala. Todos los días era invitada a actos
relacionados con la gastronomía, en el Ritz, en el Palace… hasta que acabó “Con
las manos”. Desde aquella misma semana notó que no le llegaban más invitaciones.
También llegaban muchos regalos a su propia casa y multitud de cartas a los
platós de TVE, que nunca leyó porque “no tenía tiempo”.
Alguna fue de un espectador enamorado, de
caricaturas con diversos moños y hasta una dura crítica, “que era una guarra.
Porque metía los dedos en la comida para probarlo”. Lo comentó en el programa
cuando llevó a Cristina Almeida, que como buena abogada, “me recomendó
denunciarlo, y yo le decía que no”. El éxito del programa, considerado en su
época como ”divulgativo”, fue tan importante que pasó de la Segunda Cadena a la
Primera, cosa que le gustó mucho a Elena, pero fue decisión de su amiga Pilar
Miró.
Le pregunté a Elena por sus compañeros de
televisión. En el pódium de recuerdos está Fernando García Tola, además de
Chicho, Guillermo Summers, Pablo Lizcano, Javier Gurruchaga, Alaska o Lolo Rico
(de “La bola de cristal”). Por cierto, que Elena no recordaba que se hizo un
muñeco de guiñol con su imagen, a lo Spitting Image, para “La bola”. El final de
su espacio tuvo mucho que ver con el patrocinio de las marcas.
Durante años se taparon las firmas de los
electrodomésticos pero cuando se les ocurrió anunciar los “Alimentos de España”,
especialmente el aceite, consideraron que ella debía hacerlo gratis. Recuerda el
silencio que se hizo cuando ella dijo no estar de acuerdo. Ya había mostrado
claramente que no era una interesada al no cobrar nada de las revistas,
fascículos y demás merchandising que surgió del espacio. La tensión desembocó en
el cierre del programa. La despedida no pudo ser más fría. Nadie le dijo que se
acababa el programa o que ya no debía regresar. Tras 8 años triunfando, nadie
dio la cara por su despido.
Siente que, a pesar de las conversaciones
que mantuvo con Manuel Martín Ferrand y Juan Cueto (de Antena 3), las cadenas
privadas no le ofrecieran ningún proyecto. La televisión iba por otros
derroteros. Llegó Arguiñano, con quien nunca se ha encontrado estos años (y que
ni siquiera la saludó en el reciente Festival de TV de Vitoria, donde fue
ovacionada), José Andrés (que la llevó a su espacio a pesar de que saliera tan
sólo minuto y medio) o “Masterchef”.
No ve nunca otros programas de cocina,
especialmente porque apenas ve la televisión, aunque sí compartió charla con
Alberto Chicote hace unos meses en un encuentro digital. Elena se dedica a la
pintura, a mantener viva la memoria de “Vainica doble”, a viajar y conocer
culturas (vuelve cargada de especias de multitud de países), siempre recibiendo
el cariño de la gente, el que ella transmite campechanamente. Manteniendo su
vitalidad, un magnífico humor y sin arrancarle una mala palabra de nadie. Toda
una señora.
Vídeo de la entrevista
telefónica con Elena Santonja
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